Contar cuentos parece tarea fácil, pero contarlos bien ya requiere cierta pericia y un poco de arte dramático. Pero, por supuesto, hay que saberse el cuento para contarlo.
Muchas personas creen conocer a pies juntillas el cuento de Caperucita Roja y, sin embargo, quizás tan solo manejen una versión más o menos aceptable.
Existen dos textos literarios que relatan este mismo cuento y aunque esencialmente se trata de la misma historia, las diferencias entre ambos son evidentes.
En primer lugar, el cuento Caperucita Roja de Charles Perrault, escrito a finales del siglo XVII, es más breve y rotundamente didáctico; de hecho concluye con una moraleja.
"Caperucita Roja" de Perrault
Por otra parte, el cuento Caperucita Roja de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm compuesto a comienzos del siglo XIX, presenta una mayor extensión, se reelabora el final optando por un desenlace edulcorado y feliz, y se prescinde de la moraleja.
"Caperucita Roja" de los hermanos Grimm
En los siglos XX y XXI se han propuesto múltiples versiones y revisiones del cuento clásico de Caperucita Roja. Podríamos plantearnos contar también (¿por qué no?) el cuento de Cazadorito Azul, por ejemplo.
Marjolaine Leray nos ofrece su propia versión del cuento que titula Una Caperucita Roja:
La lengua se mueve para hablar, para comer, para jugar... No es un ser vivo, pero está viva. Nunca se queda parada porque quienes la usamos vivimos y quizás vivamos porque la usamos.
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